lunes, 9 de enero de 2012

Hacia las Web 3.0






















Aunque no hay un acuerdo sobre su significado, la mayoría de los expertos apoya la idea de una web más “inteligente”, más semántica.

“¿Web 3.0, qué es eso?”, “Si apenas le ponemos la mano a la 2.0 ¿ahora viene una 3.0?”, “Esa web 3.0 es pura propaganda para vender productos”, “Son ganas de los cronistas de tecnología de crear modas que los favorezcan”… circulan rumores, se forman mitos.
Son razonables todos porque nadie parece saberlo.
Hay dos modelos en pugna: la web propiamente dicha (navegadores, páginas web, error 404) y las aplicaciones de dispositivo, las famosas “apps” atadas a un sistema operativo, como las de un iPhone o la PC con Windows.
Una gran ventaja web es que las aplicaciones quedan ocultas bajo la conocida interfaz del navegador. Uno no sabe si una base de datos es Oracle o SQLServer, generalmente ni importa. En cambio, en el otro modelo sólo usamos las aplicaciones que corren en Symbian, en iOS, en Windows Phone… las que acepte mi teléfono o laptop.
Es lo que siempre quiso  Steve Jobs, por ejemplo. Un mundo de aplicaciones (siempre que corran en iPods y en iPads). Google es más amplio: no fabrica dispositivos, pero también aboga por ese estado de cosas (siempre que corran en Android). Blackberry, obviamente, también sueña con una red de ejecutivos y usuarios bajo su SO.
El único punto de contacto de estos mundos dispersos: la WWW, que se accesa desde navegadores Safari, Chrome o Firefox, pero sincronizados. A mí personalmente me gusta el ambiente abierto y muy dado a la gratuidad de la web. Es tremendamente universal y da cabida a todo, incluso a que coexistan aplicaciones desarrolladas para Apple, para Nokia, para RIM. Pero los fabricantes no quieren, no les conviene.



Web 3.0 o “semántica”
Me atrevo a anticipar que la web durará, con la evolución que cabe esperar. “Años” en tiempo internet. Si ha tenido fases ya, es posible que tenga más.
La primera web es un preludio: todo en páginas web, usuarios que interactúan con datos y con otras personas a través de los datos. La web 2.0 es “social”, y no es que la anterior no lo fuera, sino que ésta privilegia el contacto persona-persona, así como la información generada por usuarios.
En cambio, la llamada “web semántica” (que algunos comentaristas dan como sinónimo de “web 3.0″, otros no)  es cuestión de máquinas o su lenguaje: los datos.
Se trata de nuevas formas de codificar el contenido y de programas capaces de combinar estos contenidos de forma que se “tomen” ciertas decisiones sin o con mínima intervención humana. ¿Quién decide cómo se configura una búsqueda en Google? El usuario, por supuesto. Uno agrega o sustrae palabras, usa operadores lógicos. ¿Pero qué tal si el sistema mismo va buscando en paralelo para anticiparse a sus necesidades?
No es una web independiente de la 2.0, sino completamente integrada, que agrega a las comunidades una información más “inteligente” o, mejor dicho, “inteligentemente manejable”. Es, digámoslo así, el más completo “upgrade” que ha sufrido la WWW desde su creación, hace poco más de 20 años.
Al menos eso afirma Tim Berners-Lee, el creador y maestro-jedi de la WWW, quien se refiere a ella como una “web de datos”. ¿No lo ha sido siempre? Sí, pero hasta ahora los datos no han tenido la suficiente independencia de la persona que los consulta o maneja.
Yo veo la evolución semántica como la avenida principal de la 3.0. Incluso si existe fuera de la web misma, en el universo donde venden sus productos Apple y Blackberry. La veo incluso más relacionada a Inteligencia Artificial, esa compleja rama computacional que emula –de forma primitiva aún- el pensamiento humano.
Conrad Wolfram, un hacedor de aplicaciones de IA, explica la web 3.0 como “la computadora generando nueva información”, en vez de los humanos. No necesariamente conocimiento, sino meramente combinando mejor los datos para que las búsquedas y los hallazgos se sofistiquen.
Por otro lado, la información seguiría rearmándose siempre, haciendo nuevas conexiones. Y esto, basado en relaciones del lenguaje natural, es decir, en sus significados sociales (semánticos).
¿Y cómo mejora lo anterior nuestra vida en internet y en la tecnología de información en general?
Tiempo y calidad de información. Por un lado, al tipear en un buscador una palabra se disparan múltiples “agentes” automáticos y se va formando un caso, un expediente, no sólo por la búsqueda en la base de datos de un seach engine, por ejemplo, sino porque los agentes “traen” información a medida que la van encontrando, la relacionan por temas, por geolocalización.
A medida que se introducen más conceptos, la programación es capaz de combinaciones sofisticadas, incluso de recomponerse y jerarquizarse a velocidades increíbles. Y no sólo eso, sino que las búsquedas siguen operando, de modo que si nos asomamos mañana, el expediente podría estar más amplio, completo y relevante.
Los resultados en buscadores serían más exactos que los actuales. Pongamos un ejemplo: las fotografías. Supongamos que tengo la fotografía de una persona y quiero saber su nombre. No tenemos dato alguno de esa persona, sólo su imagen. La primera tendencia es publicarla en algún espacio de social media y preguntar: “¿Alguien la o lo conoce?” En general, habrá escasas respuestas y quizá ninguna.
Con una indexación “semántica”, más descriptiva, relacional y envolvente… bastaría aportar datos periféricos, como: “La conocí en tal lugar, en tal fecha, haciendo tal cosa, perteneciente a tal organización, etc”.



No hay comentarios:

Publicar un comentario