Aunque no hay un acuerdo sobre su significado, la mayoría de los
expertos apoya la idea de una web más “inteligente”, más semántica.
“¿Web 3.0, qué es eso?”, “Si apenas le ponemos la mano a la 2.0
¿ahora viene una 3.0?”, “Esa web 3.0 es pura propaganda para vender
productos”, “Son ganas de los cronistas de tecnología de crear modas que
los favorezcan”… circulan rumores, se forman mitos.
Son razonables todos porque nadie parece saberlo.
Hay dos modelos en pugna: la web propiamente dicha (navegadores,
páginas web, error 404) y las aplicaciones de dispositivo, las famosas
“apps” atadas a un sistema operativo, como las de un iPhone o la PC con
Windows.
Una gran ventaja web es que las aplicaciones quedan ocultas bajo la
conocida interfaz del navegador. Uno no sabe si una base de datos es
Oracle o SQLServer, generalmente ni importa. En cambio, en el otro
modelo sólo usamos las aplicaciones que corren en Symbian, en iOS, en
Windows Phone… las que acepte mi teléfono o laptop.
Es lo que siempre quiso Steve Jobs, por ejemplo. Un mundo de
aplicaciones (siempre que corran en iPods y en iPads). Google es más
amplio: no fabrica dispositivos, pero también aboga por ese estado de
cosas (siempre que corran en Android). Blackberry, obviamente, también
sueña con una red de ejecutivos y usuarios bajo su SO.
El único punto de contacto de estos mundos dispersos: la WWW, que se
accesa desde navegadores Safari, Chrome o Firefox, pero sincronizados. A
mí personalmente me gusta el ambiente abierto y muy dado a la gratuidad
de la web. Es tremendamente universal y da cabida a todo, incluso a que
coexistan aplicaciones desarrolladas para Apple, para Nokia, para RIM.
Pero los fabricantes no quieren, no les conviene.
Web 3.0 o “semántica”
Me atrevo a anticipar que la web durará, con la evolución que cabe
esperar. “Años” en tiempo internet. Si ha tenido fases ya, es posible
que tenga más.
La primera web es un preludio: todo en páginas web, usuarios que
interactúan con datos y con otras personas a través de los datos.
La web 2.0 es “social”, y no es que la anterior no lo fuera, sino que
ésta privilegia el contacto persona-persona, así como la información
generada por usuarios.
En cambio, la llamada “web semántica” (que algunos comentaristas dan
como sinónimo de “web 3.0″, otros no) es cuestión de máquinas o su
lenguaje: los datos.
Se trata de nuevas formas de codificar el contenido y de programas
capaces de combinar estos contenidos de forma que se “tomen” ciertas
decisiones sin o con mínima intervención humana. ¿Quién decide cómo se
configura una búsqueda en Google? El usuario, por supuesto. Uno agrega o
sustrae palabras, usa operadores lógicos. ¿Pero qué tal si el sistema
mismo va buscando en paralelo para anticiparse a sus necesidades?
No es una web independiente de la 2.0, sino completamente integrada,
que agrega a las comunidades una información más “inteligente” o, mejor
dicho, “inteligentemente manejable”. Es, digámoslo así, el más completo
“upgrade” que ha sufrido la WWW desde su creación, hace poco más de 20
años.
Al menos eso afirma Tim Berners-Lee, el creador y maestro-jedi
de la WWW, quien se refiere a ella como una “web de datos”. ¿No lo ha
sido siempre? Sí, pero hasta ahora los datos no han tenido la suficiente
independencia de la persona que los consulta o maneja.
Yo veo la evolución semántica como la avenida principal de la 3.0.
Incluso si existe fuera de la web misma, en el universo donde venden sus
productos Apple y Blackberry. La veo incluso más relacionada a
Inteligencia Artificial, esa compleja rama computacional que emula –de
forma primitiva aún- el pensamiento humano.
Conrad Wolfram, un hacedor de aplicaciones de IA, explica la web 3.0
como “la computadora generando nueva información”, en vez de los
humanos. No necesariamente conocimiento, sino meramente combinando mejor
los datos para que las búsquedas y los hallazgos se sofistiquen.
Por otro lado, la información seguiría rearmándose siempre, haciendo
nuevas conexiones. Y esto, basado en relaciones del lenguaje natural, es
decir, en sus significados sociales (semánticos).
¿Y cómo mejora lo anterior nuestra vida en internet y en la tecnología de información en general?
Tiempo y calidad de información. Por un lado, al tipear en un
buscador una palabra se disparan múltiples “agentes” automáticos y se va
formando un caso, un expediente, no sólo por la búsqueda en la base de
datos de un seach engine, por ejemplo, sino porque los agentes
“traen” información a medida que la van encontrando, la relacionan por
temas, por geolocalización.
A medida que se introducen más conceptos, la programación es capaz de
combinaciones sofisticadas, incluso de recomponerse y jerarquizarse a
velocidades increíbles. Y no sólo eso, sino que las búsquedas siguen
operando, de modo que si nos asomamos mañana, el expediente podría estar
más amplio, completo y relevante.
Los resultados en buscadores serían más exactos que los actuales.
Pongamos un ejemplo: las fotografías. Supongamos que tengo la fotografía
de una persona y quiero saber su nombre. No tenemos dato alguno de esa
persona, sólo su imagen. La primera tendencia es publicarla en algún
espacio de social media y preguntar: “¿Alguien la o lo conoce?” En general, habrá escasas respuestas y quizá ninguna.
Con una indexación “semántica”, más descriptiva, relacional y
envolvente… bastaría aportar datos periféricos, como: “La conocí en tal
lugar, en tal fecha, haciendo tal cosa, perteneciente a tal
organización, etc”.